jueves, junio 15, 2006

Ruinas

La mitología de la Ciudad-Mundo surgió con la idea misma de ciudad. Todo habitante de una gran urbe articula esa asociación, para él es algo inmediato, evidente. La ciudad es el espacio privilegiado, es el centro y es el todo. Nada hay fuera de los muros que no se encuentre resumido e intensificado en la ciudad. Es el lugar humano. El Lugar. La ciudad es el Mundo porque todo en ella está presente: el cruce infinito de caminos y de paisajes poblados de relaciones, la abundancia de recursos y de habitáculos de dimensiones humanas. Allí la luz es constante.

Las zonas de la ciudad son múltiples pero tienen sentido, el espacio se encuadra por norma, código, uso…policía... y por el tiempo, la gran ley: la ciudad como el universo también es tiempo. Al tiempo ha de someterse. La ciudad es un inmenso rugido del tiempo en el que las salvas de vida individual, fugaces, abruptas, son penetradas y transportadas por el estrépito cíclico de las políticas. Mas por encima de todo ese fragor, una vibración aún más mayúscula, el ruido blanco del devenir que se adueña como un zumbido desde el interior mismo de las cosas, curvando la perspectiva y mudando toda permanencia.

Ciudad-Mundo, una sensación inmediata pero angustiosamente caduca. (continuará)

No, no me he olvidado

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