viernes, mayo 26, 2006

Lansquenetes


Landsknecht, servidor del país. Los Lansquenete pertenecian a una clase de soldados de infantería que al principio no eran más que unos siervos de la gleba que hacían la guerra en calidad de peones, y servian a los reitres de palafreneros, sin llevar más armas que una mala pica. (Wikipedia)

En ausencia de guerra o de perspectivas imperialistas el estado debe ofrecer salidas semihonrosas a los elementos a medio socializar del llamado resto proletario. Antaño el ejército y la colonia eran los sumideros de estos sedimentos sociales. Pero en un momento en el que el estado abdica y el imperio, a despecho de la concentración militar estadounidense, es básicamente una abstracción financiera en lenguaje máquina, los estigmatizados por la nueva escrófula del fracaso escolar cuentan con un único destino posible: la milicia precarizada de la seguridad privada.

Imagen encontrada aquí

miércoles, mayo 24, 2006

Menhinos do Botellao

Aquél viernes estuvimos llamando a gente y al final nos quedamos solos por el centro; casi todos mis amigos activistas estaban fuera o en la fiesta de homenaje a un colega, Andreu, que se había suicidado hacía dos semanas tirándose de la azotea de la squat en la que vivía…

De todas formas decidimos pasarnos.

Sobre la hora convocada sólo comparecieron los infames Upas (antidisturbios de la urbana, especialistas, entre otras, de la delicatesssen de proteger las órdenes de desahucio), furgonas y mossos de la unidad móvil (más antidisturbios) periodistas y los de BCNeta (que, como supimos luego, se encargaban de mojar el suelo para impedir que los inasistentes se sentaran en el suelo). Nos fuimos a tomar algo por lo de siempre y volvimos hacia las doce y media. Ya se había liado. La policía no dejaba entrar a la Rambla del Raval y los escasos 300 taponados entre Hospital y el principio de la Rambla estaban cada vez más calientes. Los que se quedaron allí luego fluirían como un azote hacia Carme, Joaquín Costa y la plaza del MACBA.

Conseguimos traspasar el cordón y acceder a la Rambla. Allí el personal, unos 400 o así, se desparramaban por la gama de lo variopinto: nengs con sus churris, filipinos raperos, ciclistas jipis, panky-indepes de poble, chavales magrebís en pandilla, puretas con chupa-cuero de esos que van a pillar cacho al Magic, botelloneros despistaos que se creyeron lo de la competición ibérica, Erasmus sonrosadas, hooligans de pelo al cepillo, italianos y franceses en pedo jaleando a St Patrick ¿pero no era una fiesta irlandesa? Un chaval con una polaroid retrataba a fans del tuning que agitaban litronas ante la policía; precio 2 euros la fotiki (al poco unos manguis le robaron la máquina de un tirón: no había más espacio para la libre empresa). De todo vamos.

Todo menos… activistas. Hasta las 2 o así no vi ni uno, bueno sí, en la Rambla del Raval me encontré a un artivista que conozco haciendo fotos, nos separamos en la primera carga; ah sí, y a uno de Can Masdeu que es abstemio, vegano, pacifista y gafotas, y que se dedicaba también a documentar el evento (este al final pilló en una carga y se lo llevaron detenido). El artivista me consta que salió indemne.

Total, ya sabéis: se lió. Botellas estallando en las furgonas, piedras de la illa Robadors buscando cabezas, cargas lentas, cargas rápidas, vallas metálicas lanzadas haciendo trompos o utilizadas como ariete contra la policía, furgonas a todo trapo, containers tumbados y ardiendo… La escenografía habitual de la guerrilla urbana… sólo que sin guerrilleros urbanos. La gente que había no era la habitual que arma la jarana, esos encapuchaos que se enfrentan a la policía con flexibilidad y eficacia: los que no corren cuando deben y se vaden cuando es el momento. Los del botellón del otro día eran gente que no se mete en movidas políticas, eran precarios de todo género, currelas, inmigrantes, guiris, chavales… A campo abierto se encaraban cuando no debían, en los callejones corrían y se encontraban con muros de porras y escudos. Gritaban como si estuvieran en las gradas; nada de consignas, un simple: ¡hi-jos-de-pu-ta!

Tura y Hereu hablan de 200 activistas entrenados en táctica de guerrilla y habituados a la violencia, já. Nosotros estuvimos hasta las 4 de la mañana en el meollo, y los cuatro o cinco que reconocí como parte de esos supuestos 200 especialistas (que en Barna en realidad no llegan a una cincuentena) simplemente estaban flipaos, caminaban riendo y bebiéndose felices unas latas, admirando un paisaje de fuego del que formaron parte sin protagonismo. No esperaban que una masa de desconocidos sin experiencia ni afinidad personal o política alguna pudiera hacer frente a 350 especialistas (estos sí) de la violencia, armados, protegidos y entrenados. El elevado número de heridos entre policía y asistentes al botellón, el medio centenar de detenidos, lo aleatorio de la ruta de los destrozos, prueban que de guerrilla urbana al uso nada.

La única afinidad que aglomeraba aquella masa bastarda era en realidad un afecto colectivo que se concitó allí y en aquél momento. Un sentirse humillados por la presencia chulesca de la policía, afectados por el malestar de una frontera arbitraria, acorralados por la rabia de situaciones personales insostenibles, provocados por la discrecionalidad de un ayuntamiento que sólo dos calles más allá promueve el botellón cotidiano en la plaza Real y aledaños como una atracción turística más.

El malestar y la rabia fueron los motivos y modos de los disturbios. La flamante herencia de Clos, su versión de la Zero Tolerance, la ordenanza cívica, no podía ser desafiada públicamente. Así que el ayuntamiento obró en consecuencia. Deslegitimado políticamente por los devenires de su mandato, el ayuntamiento no pudo sino recoger el desafío en la parcela cívica, su única baldosa de verdadero poder remanente, y anunció el blindaje policial de la Rambla del Raval. Felicidades: a golpe de porra la Rambla quedó desierta sobre la una y media o las dos. Desecho el malestar, la rabia se desbordó al exterior. Nada la pararía hasta cuatro horas después.

Una instantánea que no salió en ningún medio de comunicación –demasiado perturbadora- una hoguera a escasos metros del Liceo que llegaba a su segundo piso; los turistas se hacían fotos enmarcados por las llamas.

Otra, las furgonetas de los mossos, un neumático en la acera y otro en la calzada, barriendo a toda velocidad Sant Pau mientras disparaban pelotas de goma a los colas que esperaban su turno para entrar en las tabernas irlandesas y el London. Fue como una llamada subvocal. Más tarde, en grupos que convergían en la plaza Cataluña, los hooligans se abrazaban ensangrentados y vociferantes ¡Cómo mola Barcelona! Imagino que se ladraban. Habían dado y recibido lo suyo.

No sé si los vecinos tiraron lejía como se ha escrito, pero yo vi estallar vasos de cristal muy cerca de la multitud y macetas de las gordas despanzurradas en las aceras; algunos intentaron penetrar en los bloques forzando los portales, cegados por la furia.

También se ha dicho estos días con decepción filistea que mientras la juventud francesa se moviliza la española se emborracha. Puede que sea cierto. Como decía un amigo la otra noche esto sólo demostraría que en España el nivel de las luchas está mucho más avanzado que en Francia. Que en Francia se movilicen por una coma, una casilla u otra cláusula moratoria en los contratos. Allí todavía rige la ilusión de que existe cierto bienestar y algunas condiciones sociales que deben ser preservadas. Pero España no es sino la forma de las relaciones de precariedad que asolarán toda Francia en un futuro próximo. Sus formas de lucha pasan por la rabia, el deseo y lo corpóreo. La banlieu ya se ha dado cuenta de esto.

Hacia las cuatro y pico los mossos sellaban las Ramblas y nos barrieron hacia Plaza Cataluña. Parejas de jóvenes altos y serios, con parkas oscuras y cortes de pelo formales merodeaban las paradas del bús a la espera de iniciar una cosecha nocturna. Entendían pero en otro sentido.

No nos quedamos más y desaparecimos hacia Horta. La cosa aún duraría.
Fotos de orianomada

viernes, mayo 19, 2006

50.000 machacantes


Me estoy acabando el nuevo de Palahniuk. Laaaargas horas nocturnas. Creo que hay algunas de las cosas más desagradables que he leído desde American Psycho. El relato Tripas es especialmente asqueroso, de hecho, en las lecturas promocionales que Palahniuk ha dado por EEUU se han desmayado decenas de personas. Bueno, algunas historias son buenas depués de todo. La que me gusta más la resumo aquí:

Flint y Webber son dos marines licenciados de la segunda guerra del golfo. Son patriotas, infantes de marina y por tanto hombres de acero forjado en Parris Island y templado en Falluja: "Antes muerte que deshonor", "Semper Fidelis" y cruces de ancla y fusil tatuadas en los biceps. Pero en el mundo exterior no hay muchas ofertas de empleo para expertos en adquisición de objetivos de artillería y especialistas en municionamiento. Y resulta que necesitan la pasta. La guita. Necesitan cash hasta los 50.000 U.S Dollars para poner en marcha un proyecto que, con suerte, les solucionará la vida para siempre.

En un bar de mala muerte descubren que casi cualquier hombre pagaría 50 doláres por pegar a una mujer que cante la pieza de cierre de Titanic. Pero la novia de Webber se niega a encajar otro puñetazo en la cara (el primero fue suficiente para ella) así que Flint se mete en el lavabo, se arremanga los vaqueros, se pintarrajea la cara y se encasqueta una peluca de halloween. En fin, que se sube a una mesa tratando de parecer una saludable moza irlandesa y empieza con los gorgoritos. El público se indigna, le abuchean; nadie pagaría 50 dólares por pegar a un travestí tan grotesco y patético. Acaban regateando y acuerdan 10 dólares por puñetazo. Esa noche ganan sus primeros 500. Ante semejante éxito, Webber decide también hacer de punching travestido para contribuir a la empresa. Desde ese momento hasta alcanzar los 50.000 dólares pasearán su espectáculo-de-variedades-atracción-de-feria por rodeos, convenciones de fertilizantes, salidas de cines x, billares, patios traseros de comisarías, parkings nocturnos, convenciones de aficionados a los rifles...

Después de encajar 3.000 puñetazos con la cara, cada uno de sus rostros parece un embrollo de bistecs suturados entre si, tienen desprendimiento de retina doble y parkinson, su umbral de audición se ha reducido un 80 por ciento y apenas pueden hablar porque no les quedan dientes ni lenguas dignas de ese nombre, y sus labios parecen esculturas fractales. Nariz para ellos es simplemente una palabra. Pero tienen los 50 grandes.

El precio del alquiler de un avión reactor jet Gulfstream capaz de alcanzar mach 0.9 y con 6.750 millas naúticas de autonomia. 50 millas más que la distancia que separa LA y Arabia Saudita. 50 millas de combustible más que las necesarias para llegar a Jedda. 50 millas de combustible de reactor sobrante e intacto en los depósitos para cuando sobrevuelen La Meca. 50 millas naúticas de explosivo que bastarán y sobrarán para vaporizar la Ka'Ba.

Parece una sátira del Club de la Lucha, una venganza en forma de revisión post 11s que incorpora el final apocalíptico de la película (en el libro el protagonista no vuela nada y acaba en un manicomio) volcando la conclusión en una terrorismo simétrico. Los héroes, eso sí, alcanzan el fin del mundo, el otro lado de la realidad, completamente demolidos.

sábado, mayo 06, 2006

El espeso túnel de la catalogación



Posteo más abajo un extracto de un panfleto situacionista de los sesenta. Bastante a propósito para decribir lo que se siente después de una jornada laboral, y no digamos después de un día entero catalogando, sobre todo litetura gris. Desde la publicación del escrito la fórmula de la miseria cotidiana que criticaban los "situs" se ha invertido de nuevo; si por aquél tiempo de welfare el riesgo a morir de hambre había sido sustituido por el riesgo a morir de aburrimiento, treinta años de capitalismo parecen habernos devuelto a la casilla de partida.

Recuerdo el año que pasé en una consultora muy moderna en la que debía alimentar durante cinco horas una base de datos Documentum con informes financieros, estratégicos y de referencia tecnológica. Viendo como los pdf pasaban de un filtro a otro de las fases de catalogación y se acumulaban en mi lista del día. No debe ser como estar frente a una línea de montaje colocando un tornillo cada vez, o torneando una pieza 8 veces por minuto en un taller, pero son las primeras situaciones que me vienen a la cabeza cuando trato de comparar aquellas horas frente al Toshiba en la última planta de la Torre Mapfre. Salía de allí con el cerebro tan plano que apenas recordaba como había llegado a casa. Era como esa sensación nebulosa de después de haber llorado, como esa sensación pero sin el premio del alivio, en lugar de la sensación de liberación un gran peso flotaba sobre mis hombros.

Alienación. Dicen que esa palabra ya no significa nada en este mundo de redes y proyectos, en ese gran acelerador de partículas-oportunidad de la Sociedad de la Información. En ese punto del capitalismo en el que ser tú mismo es la gran valorización y la posible empresa. Pero los que no emprenden la aventura de la red, los aparceros del píxel o los precarios que hacen de meros apéndices de los spiders, los becarios que direccionan a golpe de cerebro y falanges, sufren toda la fricción de ese pensamiento de y para máquinas.

La cadena de montaje hizo a la máquina a la medida de la máquina pasando por el hombre: el cuerpo fue la gran pista de pruebas del robot, y el robot fue la actualización de un trabajo que se encontraba como potencia en las articulaciones del cuerpo humano. Lo mismo ocurrirá con la catalogación asistida, con ese pensamiento arborescente y sus rutinas de menú desplegable: se actualizarán pronto en un impulso lógico que hará ineficaz al humano. Sólo que nosotros a diferencia del obrero, consciente de su derrota frente al salto tecnológico del capital, ni siquiera podremos recordar un tiempo de luchas, únicamente sentiremos un gran vacío, un cielo de pantallas borrosas, y cierta nostalgia sin objeto. Será, y esta vez sí, simplemente, el progreso.

Cold-Blooded-Old-Times
Precariedad generalizada
Foto de orianomada

"¿Te sucede que sientas la desagradable sensación de que al margen de escasos momentos no te perteneces y te conviertes en extraño a ti mismo?
En tal caso, has entendido que:
a) A través de cada uno de nuestros gestos - mecanizados, repetidos, separados entre sí - el tiempo se desmigaja y, pedazo a pedazo, nos saca de nosotros mismos. Y estos tiempos muertos se reproducen y se acumulan al trabajar y al hacernos trabajar para la reproducción y la acumulación de mercancías.
b) En la actualidad, el envejecimiento no es otra cosa que el aumento de los tiempos muertos, del tiempo en que la vida se pierde. Es por dicho motivo que ya no hay jóvenes ni viejos sino unos individuos más o menos vivos. Nuestros enemigos son quienes creen y hacen creer que el cambio global es imposible, son los muertos que nos gobiernan y los muertos que se dejan gobernar.
c) Trabajamos, comemos, leemos, dormimos, consumimos, tomamos vacaciones, absorbemos cultura, recibimos cuidados, y de este modo sobrevivimos como plantas de interior. Sobrevivimos contra todo lo que nos incita a vivir. Sobrevivimos para un sistema totalitario e inhumano - una religión de cosas y de imágenes - que nos recupera prácticamente en toda ocasión y lugar para aumentar los beneficios y los poderes desmigajados de la clase burocrático-burguesa.
d) Nos limitaríamos a ser lo que permite el sistema mercantil si en ocasiones no volviéramos a ser bruscamente nosotros mismos, si no nos sintiéramos invadidos del deseo de vivir apasionadamente. En lugar de ser vividos por delegación, por imágenes interpuestas (...)"