sábado, septiembre 29, 2007

French Kiss

biblioprecario
Y entonces despierto de mi delgado, delgado sueño y unas cifras centellean en mi retina: 11:30. ¿Qué sucede? ¿11:30? Meses de insominios y diazepan han vapuleado mi mente y durante unos minutos no veo más que un blink de 11:30. Pronto el brillo de los números se atenúa con un efecto reentrada en Matrix que no me devuelve -y me sorprendo por ello- a un mundo filtrado en verde. Pero ahora logro distinguir el contexto: 11:30 garabateado en un sobre, un sobre de ventanilla, un sobre del banco. 11:30. No hay duda. Y el desvelo acude como un puño a mi garganta. Hoy es la entrevista, dentro de seis horas. Revivo la escena una y otra vez. La llamada. Una voz femenina que sólo contiene eficacia envuelta en perfecto catalán central; la voz de los recursos humanos. Recuerdo mi “¿Dígame?” emitido desde el interior de un pozo recubierto de azulejo sanitario. Pero hay algo que no encaja. ¿Qué es? 11:30… Una voz catalana me dice “11:30”. ¿No es muy tarde para una entrevista de trabajo? ¿A qué hora llamó ayer? Serían las nueve pasadas ¿no? Me revuelvo entre las sábanas y entre mis recuerdos. Es ayer: diez gramos de diazepán como una burbuja de nivel en el centro de mi frente; recuerdo que sólo alcancé el teléfono después de compensar numerosas derivas del suelo. La voz femenina. Eficacia. Mi espectro blanco en el espejo que pasa. Catalán. Central. Diazepán. Una orden aullada desde el cerebro reptiliano: ¡¡cambia de idioma estúpido; son los RRHH!! Y entonces, en el huracán de datos alcanzo una comprensión que me sofoca en la oscuridad. No pudo decir a las 11:30. Si ni siquiera te instalaste del todo el módulo de catalán funcionarial que usas cada día en la biblioteca ¿cómo descodificaste la hora correctamente? Ella ¿qué dijo? No pudo decir más que doncs… a dos quarts d’once et va bé? ¿O dijo a les onze i mitja? Imposible, eso nunca. Recuerda: catalán central. "Onze i mitja" lo dirías tú, charnego de mierda. Dijo a dos quarts d’onze. Sí, eso dijo. ¿Conozco a las de la administración o no? Onze trenta en plan pelucón digital queda descartado, eso es de capataces y suboficiales. A dos quarts d’onze. Eso tuvo que decir. La prueba es que yo tengo apuntado 11:30. Claro, claro, ¡claro! Luego la entrevista es a las 10:30, no a las 11:30. Las 10:30 es la coordenada correcta. Es la X. Sí, la X que me devolverá al mundo y me librará de esta pesadilla de las opos. Sí. Al menos por un par de años. Un interinaje de dos años sin opos. Una isla. Un oasis. En dos años se convoca plaza, pero mi isla estará desierta hasta entonces. En mi isla no habrá incertidumbre. Océanos de tiempo, dos. Pero todo depende de una cifra; no a las 11:30 sino a las 10:30. ¿Acaso pudo decir doncs… a dos quarts de dotze et va bé? No, no, no. Eso nunca. Si anoté 11 es 11. Luego es 10. ¡10! ¡¡10 y media!! Recuerda. Recuerda. Si no llegarás una hora tarde a la entrevista. Y estarás listo. Adiós a tu isla, adiós a tus océanos de tiempo, dos. Este razonamiento se ejecuta en bucle durante horas. ¿Sueño? ¿Estoy despierto? Mi pesadilla es tan liviana que las hipnagogias despuntan como infartos en el cardiograma de mi angustia.

miércoles, septiembre 26, 2007

El ascensor como anticlímax

biblioprecario
Entre las piezas expuestas en la esfera hay un invento que, por encima de todos los demás, cambiará la faz de Manhattan (y, en menor medida, del mundo): el ascensor.

Éste se presenta al público como un espectáculo teatral.

Elisha Otis, el inventor, se sube a una plataforma que se eleva, lo cual parecía ser la parte principal de la exhibición. Pero una vez que esta plataforma ha llegado al punto más alto, un ayudante ofrece a Otis un puñal en un cojín de terciopelo.


El inventor agarra el cuchillo y aparentemente se dispone a lanzarse sobre el elemento crucial de su propio invento: el cable que ha izado la plataforma hasta lo alto y que ahora impide que caiga. Oits corta el cable; y se rompe.
No ocurre nada, ni a la plataforma ni al inventor.

Unos pestilllos invisibles (la esencia del genio de Otis) impiden que la platafora retorne a la superficie de la tierra.

De este modo, Otis introduce un invento en la teatralidad urbana: el anticlímax como desenlace, el no acontecimiento como triunfo.


Al igual que el ascensor, cada invento tecnológico está preñado de una imagen doble: incluido en su éxito está el espectro de su posible fracacaso.


Los medios de conjurar a ese desastre fantasma son casi tan importantes como el propio invento original.

Otis ha introducido un tema que será el Leitmotiv del futuro desarrollo de la isla: Manhattan es una acumulación de posibles desastres que nunca ocurren.


Delirio de Nueva York. Rem Koolhaas, pp. 26-27

domingo, septiembre 23, 2007

Une jeunesse qui s'enfuit

biblioprecario
Los Young Marble Giants llegaron a mí en un momento difícil y poco dado a la candidez. Su oscuro minimalismo condensó la despedida a un mundo que entonces veía embarrancarse sin remedio; una vida que penetraba en su pasado. Un gran desgarro la substituía y sus bordes no desvelaban secretos. Hoy apenas consigo evocar todo aquello que se cerraba tras de mí. Sólo conservo añicos, los otros instantes: insomnio, fríos. La música de mis cicatrices.

Comparto el "bonus disc" que acompaña al primer prensado del recopilatorio. ¿Un disco para completistas? Pues también. Pero si no los han escuchado nunca, hagan la prueba. Y verán. Aún sumidos en la oscuridad, verán.

Young Marble Giants. John Peel Session 1980

Recorded for the John Peel Show on BBC Radio 1.
First transmitted on 26tn August 1980


1. Searching for Mr. Right (2:35)
2. Brand - New - Life (2:46)
3. Final Day (1:56)
4. N.I.T.A (3:43)
5. Posed by Models (1:31)

jueves, septiembre 20, 2007

Elefantes

biblioprecario
Sosegado en el habitus pero desafiado por el sensorium ¡Qué bello! ¡Cómo me conoce usted! En ocasiones temo que ese saber siembre el desconcierto entre nosotros, pero entonces me digo "qué habría de explicarle a estas alturas"... y es que en su poder obran ya esas certezas, evidencias a las que llamaré "empíricas" a falta de término apropiado, que orbitan mis sueños como un molinillo de fuerza que lo succiona todo. Pero dice usted, y dice bien, que su método, su camino, consiste en trazar laberintos. ¿Qué es un laberinto sino una espiral duplicada? Mi geometría resulta precisamente de no hallar camino, por lo que mi extravío carece de método. En su lugar me sorprendo enfatizando paisajes que otros dibujaron por mí: puro embrollo. Quizás mi idiotez consista en eso... quizás no. ¡Ay! Perdí los mapas río arriba y mi brújula señala un segundo norte. Incluso tuve que desactivar la agenda que abultaba mi bolsillo con la ayuda de amigos artificieros. Fue una lástima, pues aunque apenas me permitía dar un paso, publicitaba mis atributos con un énfasis especial. Ahora sólo recolecto lacitos, minas de lápiz, pelusas, manchas de tinta... pronto se convertirán en el ecosistema de mis pantalones... pronto recibiré una invitación a tomar el té de manos de esa fauna inventada. ¿Me acompañará entonces a una velada en la que abundará fruta fantástica y zumo de todos los sabores? Construya un laberinto para su agenda, un lío de tiempo en el que no exista la duración o, si aún le tiene cierta querencia, contrátele una canguro (los elefantes ni me los mencione, animal absurdo, para mí no existen). No olvido lo pendiente: lo llevo tatuado.

domingo, septiembre 16, 2007

Allie Blam Blam!



Esa gente que he conocido son como habitaciones. Como los lugares en los que he estado. Al principio entras en una habitación con curiosidad, es una lámpara, una televisión, puede ser cualquier cosa. Después de un rato, la novedad ha desaparecido.

Digamos que soy una especie de turista. Un turista que está... en vacaciones permanentes.

Permanent Vacation. Jim Jarmusch

A pesar de los fulares y los saltos de cama. A pesar del muermo de Jim Jarmusch. A pesar del muermo de una ciudad muerta. A pesar de un muermo contemplativo de medio pelo. A pesar del colchón en el suelo y de los desconchados en el muro.

¿Que te aburre Lautréamont? Y a quién le importa.

Un dandysmo epiléptico.
Charlie Parker.
Chris Parker.
Nada más.

viernes, septiembre 14, 2007

Necrospectiva

biblioprecario

I.

Entre la idea y la realidad,
entre el movimiento y el acto

Cae la sombra
, cae el ojo,
y del ojo caído sólo emerge una parca necrospectiva,

la visión oscura, globo izquierdo

Necrospectiva, tráeme los cuerpos brillantes, delgados, en sus ángulos muertos,
Necrospectiva, tráeme una acuarela de cuervos volando a media noche.


El lugar de túneles: no más sueños en la torsión nocturna
Funestos amaneceres en reproducción continua y
Escarapelas del terror

Necrospectiva, tú, sierva,
doblada bajo el eje de la muerte me traes el paisaje sumergido

Necrospectiva, tus confidencias son el murciélago
Es un plano de vibración tendido, es el murciélago

Es un valle escondido en un punto ciego, es el murciélago

Es un error sin latitud; una isla que salva: es en la copa tenebrosa de sus árboles que siento al murciélago

II.

Joe, lo sabes,
cuando fue señalado el segundo norte
te ausentaste del inventario de los cuerpos
Joe el muerto, lo sabes,
Tú mirabas a través del ángulo necrospectivo

El ojo se sumerge bajo la tela

Allí, entre ese manglar de piernas,
el plano vibratorio se hace sentir,
eres tú, Joe, tú eres el murciélago

Cae la sombra, cae el ojo
y en el frío, ahí estás, Joe,
viejo muerto,
Solo, cabalgando sobre ese ángulo necrospectivo


La cara es blanca, la cara es cera que se transmuta

Ha sentido al murciélago

Ha mirado por la cerradura, ha encontrado un cuarto oscuro,

y en él: tú,
viejo, viejo muerto Joe
flotabas en el centro de la habitación como una una vieja manta-raya hecha de frío.

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De 1998 a 2001 estuve en un programa semanal con un amigo en Radio Bronka, una radio libre más bien en la onda punk-carbonaria de Nou Barris. Había heredado el espacio de otro colega que acabó retirándose a pastos más teóricos harto de gastar saliva y, durante un tiempo, respeté como a una virgen tanto el título del programa Pensar hablando como la temática radical centrada en torno a la crítica al trabajo y demás.

Durante un tiempo.

Más tarde, afianzada nuestra posición en la parrilla gracias a mi compañero de programa, un santo varón que se chupaba las asambleas y
demás jolgorios de la radio, y dado que los contenidos habían migrado mucho hacia lo literario y hacia la música siniestrilla, decidimos ceñirnos los lutos y cambiamos el nombre por Necrospectiva. El "poema" de arriba era el texto de entrada y despedida habitual en la nueva época.

Y digo habitual porque el asunto se resolvía in media res y un poco atropelladamente; podíamos entrar de cara o de aleta y salirnos de la franja como un bombardero israelí: como sin darnos cuenta.
El caso es que, amenudo, en las asambleas o en algún corrillo vegano, surgían las dudas sobre el mensaje de nuestro programa y entonces entraban las urgencias, se olvidaban las oscuridades y cambiábamos elementos al buen tún tún: dar más formalidad, recortar los clamores, sonar más políticos... total, un collage y una amalgama. Que no las teníamos todas con nosotros. Más bien al contrario.

Y no era para menos. Nos flanqueaba por arriba el desaforado Anarkía y Agua Fría, programa conducido por musculosos straight edge que llevaron sus asuntos un poco demasiado lejos (hasta un sumario abierto en un edificio con cristales espejados de Madrid, nada menos) y, por abajo, Juicio a la justicia, lamento continuo por
las víctimas del sistema judicial capitalista que todavía está en antena y que... en fin, sería demasiado largo de contar aquí y, sobre todo, muy, muy aburrrrridoooo, pero, resumiendo y entre nosotros: los de arriba acabaron figurando como objeto de lamento de los de abajo. No sé si me explico pero aquí lo dejo. Y hago bien.

Creo que Necrospectiva tenía aún menos audiencia que este blog. No sé, ¿nos llamaron pocas veces a la radio no? [me dirijo a mi amigo del programa: me consta que se pasa por aquí de vez en cuando] Por la trastería de mis cajas corre algún k7 de la época. Si los humores se concitan con el influjo de Saturno igual algún día os torturo con un streaming.

Chisporroteos en la lengua. Hachís en el aire. Pankys con acento andaluz. Arroz vegano. Dedos amarillos. Capuchas negras. El tabaco apesta tatuado en el estómago en letra berliner de 90 puntos.

lunes, septiembre 10, 2007

Un cuello Mao para el Dalai Lama

Una firma en apoyo de ¿Rosa de qué? ¿Rosa de cuál?

¿Pero qué dices?

A esta tía no se la había nombrado jamás de los jamases en la bibliografía de y para bibliotecarios hasta que fue nombrada directora de la Biblioteca Nacional, venerable almacén de cochambres, perdón, institución bibliotecaria, que desde que entró ella ha desaparecido de esa misma bibliografía, o lo que es lo mismo, durante el cargo de nuestra frecuentadora de otomanas favorita, en la BN no se hacía nada productivo aparte -dónde iríamos a parar sino- del mantenimiento rutinario: trasvasar aleatoriamente metros lineales de sala a sala para impedir que los bedeles se encanallen, intercambiar mapas añejos por sobres abultados de papel manila y contemplar como inciden los haces de luz sobre bustos de Quevedo.

Eres radical, eres joven, dirán algunos/as.

Pues mira, ya no tanto.

Me decía el otro día la directora de la biblioteca en la que trabajo:

Aquesta? La Rosa Regas? Però qué ha fotut a la vida? Més pija que res! De cap de la Biblioteca Nacional han de posar un tècnic, no una "enchufada". Imagina't posar una cap de biblioteca pública anomenada per l'alcalde del poble. Ja no tindríem biblioteques, home! [negritas mías]

Y a falta de más Batailles pues... tenía toda la razón. Mi amigo Amm lo resumió estupendamente: Borges también fue director de una biblioteca ... Pero Rosa Regas no tiene ningún también con Borges.

Y de entre toda la hojarasca que ha levantado la cuestión destaco una, superlativamente mema y babosa, que tiene por hallazgo probatorio citar algo que dicen que
Terenci Moix -probablemente el más sobrevalorado de toda la medianía que se llama a sí misma intelectualidad catalana- dijo una tarde emergiendo de sus chorradas ptolemaicas con objeto de aventar a unos resentidos con la Gauche Divine: "criticáis porque nunca os invitamos a la fiesta"

Eso cita el memo. Sin más. Entre pseudo currículums y soserías. Como si pensara que es Óscar Wilde. Pero venga ya... ¿A qué fiesta iban a invitar ésos sino eran más que unos asesta codazos que se sentaban sobre una silla con el rótulo comunista para hacerse una idea de cómo girarse a la derecha sin derramar el cuba libre?

¡Aah! Mira por donde están todos bastante muertos y bien enterrados...

¡Qué rabia y qué salivillas!

Pero donde ayer fue Rosa Regás hoy toca Dalai Lama,
que también tengo para ese Gorobachev sin mácula pero en funciones que en los noventa se paseaba por ahí en Nikes y que, con toda seguridad -me apuesto el gato que no es mío- hoy luce cámper, un iphone apagado y un gorrito peruano en la Casa Asia o donde toque. ¡Qué enrollao son en el Tibet mecagoenlosescombrosdelosbudasdebamiyán! Lástima que los chinos acabaran con su feudalismo de mierda. Que si no hubieran sido ellos montaba ahora mismo una expedición de castigo - con énfasis en castigo- fuertemente pertrechada con disolventes y aspiradores para vestíbulos de aeropuerto. ¡A la bolsa todos los mandalas! ¡Al apeiron con toda la policromía!

Y si tuviera a disposición algo más que un escupitajo, como hay Diós que no sobrevolarían tan tranquilos mi tejado esas escuadrillas de calvos en albornoz naranja.

miércoles, septiembre 05, 2007

Together We're Heavy


En el duelo algo se deja atrás, se supera, y ese algo es uno mismo.

Sí, pero ahí está.

Atrás.

Resuena a veces como un eco lejano. No se puede renunciar a él.

En el duelo el resentimiento puede extinguirse como fuego, dolor incontestable, aullido, pero en ese proceso no hay regeneración: el duelo no entrega un nuevo cuerpo. Cuando al fin emergemos hemos incorporado la pérdida y lo que perdimos traumáticamente. En cierto modo somos una memoria indeleble de lo que ya no somos y de lo que -pese a la cura- también somos ahora: cicatrices. Algo de lo que no puedes despedirte. El malestar que en ocasiones tañe en ellas y por ellas es un eco que nos ha legado un nuevo resentimiento, y éste aún más hondo: tuvimos que dolernos, llegar a ser otro.

Puede que ahí esté la valencia política del duelo, en la voz de las cicatrices. Pero ¿cuántas veces habremos de dolernos cuando el daño no sea traumático pero sí continuo?

La existencia es aborrecible, y no en abstracto, no: es aborrecible cada día, en cada orden silenciosa encajada como un aguijón, en cada arbitrariedad soportada a cara de perro con lo dado.

¿Qué sucede con eso que no es tragedia, eso que casi no se advierte pero que se percibe de pronto y te agrieta el estómago y te obliga a beber aún una más y a... sí, a volver a resentirte?


¿Nos desharemos cada noche en el duelo para sólo restar como subconjuntos intricados de cicatrices?

No lo sé.

¿Por qué tañen las cicatrices?

Desacata esa voz oscura, enfréntala a su maldición y conviértela en odio.

Un odio puro, una rabia sin objeto, un odio libre.

Las manos son importantes, tienes razón.

Ojalá el duelo fuera un juego, ojalá fuera uno como este.

sábado, septiembre 01, 2007

Doblar Esquinas


(...) y lo que quiero decir específicamente cuando digo las palabras Doblar Esquinas es la muestra más básica de esa forma en que la voluntad se ejerce a sí misma sobre el mundo y transforma los fundamentos mismos de la realidad. La habilidad simple y básica y fundamental de estar de pie frente a una esquina, y no hace falta que les aclare aquí que no estoy hablando de una esquina literal, y de doblarla sin moverse del sitio, no llevando a cabo el proceso de doblar una esquina en el sentido de ir de un lado al otro de la misma, sino haciendo que el lado en que uno está sea el otro lado, invirtiendo la lógica misma de la esquina y haciendo que esta se doble a sí misma y se rinda a los pies del mago y usando ese poder para doblegar la materia misma de la realidad. Eso es lo que llamamos Doblar Esquinas, y al fin y al cabo lo que llamamos "magia": la capacidad del mago de hacer que la causa sea la consecuencia y hacer que la consecuencia sea la causa. De hacer que el segundo lado sea el primero y el primero sea el segundo.

Los ríos perdidos de Londres. Javier Calvo, pp. 222-223