martes, junio 27, 2006

last swim

En la biblioteca no acaban de creerme, lo noto.

El caso es que las veo todos los días y a veces me da por contar cosas que me pasan o les pasan a gente que conozco. Sé que es lo último que se debe hacer cuando se sobrelleva una vida activista solapada a la vida cotidiana, pero la lengua es débil... y blanda... y viscosa: se me escapa. Nada que me comprometa demasiado (al fin y al cabo trabajo con funcionarias) pero... es inevitable.

El desliz más grave, el que arrastraría a los siguientes como una avalancha: un conocido se suicidó en un squat muy afín: allí viven casi todos mis amigos de correrías. Ese día no fui a trabajar y no supe mentir: les conté que había pasado. Al día siguiente tuve que hablarles de esquizofrenía, drogas y tratamientos abandonados. De fugas insuperables. De precariedad. Del sueño chino: malabares hipnóticos y planisferios incandescentes sobre el puerto. Vapor.

Desde entonces, hace unos cuatro meses, otros han emprendido también la fuga... Algunos amigos, otros sólo cómplices. No han llegado al giro del afuera definitivo pero han tomado la grieta. En todos ellos el mismo perfil: vida precaria vivida en el ángulo del activismo, esquizofrenia, drogas, tratamientos abandonados... muros que atravesar.

Y yo simplemente no me puedo guardar eso.

A veces se me escapan cosas.

La precariedad no es sólo una circunstancia, y si lo fuera aún podría parecer un fénomeno sostenible: duro, pero a fin de cuentas soportable. Si sólo fuera eso los desnortados perpetuos, fugitivos del edipo, forajidos de la conciencia y balarrasas diagnosticados podrían todavía sobrevivir a sus westerns particulares. Pero la condición precaria que era sólo hace diez años el mero trámite por el que todo aspirante a la vida en serio debía pasar es hoy la constitución misma de la existencia; como tal deberá ser acatada por todos los que quieran persistir recortados contra el horizonte, donde la fragilidad de la silueta no resistirá.

Y se me va la lengua.

-"¿Pero eso que cuentas no le pasó ya a aquella amiga tuya?"

Para antes de dar el salto

1 comentario:

Paul dijo...

Lo de esquizofrenia es el acertijo que mejor se me da. Yo la he vivido. Pero no soy culpable de nada. La culpable es la sociedad. Pero, ¿por qué culpar a nadie? Yo también quiero superar el muro, pero ¿qué digo? el muro hay que tirarlo a bajo. Las puertas del cielo hay que desfondarlas... eso lo sé bien yo, postrado en mi ciudad-cárcel. Pero busco ese Afuera que no es más que otra mística. Los primeros místicos fueron presidiarios, ¿lo sabías? Cuando se cierran todas las puertas hay que buscar eso sin-nombre, ese Absoluto, que es reflejo de nuestros cielos, y de nuestro mar impetuoso. Sólo cuando se llega a la total extenuación de la vida, al dolor más mosntruoso, a la tragedia más cruel, se llega a entrever esto que digo, se abre ,del todo, nuestro mundo, el Ser. ¿La ola es el mar? Sí, seguramente es cierto lo que dice Willigis Jäger. Pero todo retiro espiritual es sanatorio para una sociedad que se ha vuelto enferma. Hay que hacer que el cuerpo se rompa en pedazos. Lo siento, no creo en lo que dice Santiago López Petit sobre la mística. Ni tan siquiera llega a acariciar la idea, y menos digamos refutarla. Si llegásemos, algún día, a comprender de verdad lo que es la Realidad, amigo, nos daríamos cuenta que la teología que nos han contado es una patraña, pura Ideología. ¡Nos han engañado! Sí soy un defensor de la espiritualidad. Pero que sea salvaje, por favor. Que se desborde en nosotros todas las caricias, los colores, los sonidos, el Impensado mismo, la luz, ¡hay la Luz! Yo sólo quiero contemplar la luz. ¡Y a mí qué los afanes de los hombres! Van de un lado a otro sin ir a alguna parte. ¿La revolución? no hay revolución sin revolucionar-se. Yo sólo quiero que estalle en mí esa luz y que me haga pedazos, que me pulverice. ¿Y a mí qué, me dices? Díme algo que haya mejor que eso. La tele: ¿Cuántas estatuas de sal más habrá en el mundo? la radio: mentideros, sentinas... Las escuelas: futuros soldados montados en asnos de oro... ¿Desvarío? No, es nuestra realidad la que desvaría, en eso estoy de acuerdo con Santiago López Petit. ¿Qué debemos hacer con los centuriones, los acorbatados, los ejecutivos que llevan en su maleta los certificados de calidad? son prisioneros de vidas vacías, que sólo ven el Athletic y el Barça, dinosaurios que hace tiempo se extinguieron... Espero tú contra-réplica: si quieres envíamela a mi correo: rimbaud260@hotmail.com Después de este entreacto emocionante, un poco de poesía no iría mal, te recomiendo a Rafael Redondo o a Vicente Gallego. Leo con gusto tu blog, es interesante. Saludos