
Adquirir tal dominio no constituye una mala inversión, sus efectos instalan una disposición inquebrantable en el ánimo, un modo de percibir la realidad que traduce los variados mensajes de la cooperación social en un mismo y coherente sentido: nadie puede dejar de adherirse a la evidencia inmediata de la vida hecha empresa.
Descubrimos entonces que la vida se inserta en una realidad nueva respecto de la que, excepto en el recuerdo, no podemos distanciarnos, y que, en efecto, de esto se trataba todo el tiempo. Y mientras esperamos en vano la línea que rebase el gráfico de la trayectoria individual, nuestra existencia se comprime en un meandro biográfico en el que la experiencia de inclinarse bajo el sueño de la empresa nos transporta en el seno de su amplio y lento giro. Una suave repetición que nos infiltra sin remedio la voluntad de ser a la vez exprimidor y naranja.
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