Sube el volumen a tope que el ripeo es de baja calidad
Y todo eso, que supongo que ya habéis hablado, me ha venido porque el otro día vi una peli documental sobre un cantante llamado Daniel Johnston.
"Un chico peculiar" rumia hoy su madre, una fundamentalista cristiana del medio oeste venida a más por la bonanza de los cincuenta que desde la adolescencia de su hijo notó en Daniel algo distinto: no cortaba el césped, no daba un diezmo de su sueldo a la Iglesia de Cristo Redentor, no se interesaba más que por su piano y sus películas de súper 8.
Podéis haceros fácilmente una idea del calibre de las broncas en el hogar de los piadosos Johnston. Y si no podéis formaros una impresión clara, no hay motivo para preocuparse: Daniel lllevaba un registro grabado de los reproches más explosivos de su madre, psicofonías chirriantes que aún hoy conserva y en las que se puede oir a la señora Johnston gimotear y aullar alternativamente verdaderos hits de rencor religioso que parecen extraídos del Antiguo Testamento: eres un gandul improductivo, irás al infierno si nunca vas al templo, eres una oveja perdida del rebaño del Señor etc...
A los dieciocho, Daniel logró traspasar todo ese ambiente opresivo para asistir a la universidad pública (y cristiana) de su estado, pero la fuga no fue fructífera. Como en el instituto destacó entre sus compañeros, pero pronto lo pusieron en cuarentena por dibujar globos oculares con alas de murciélago en los anuarios de la facultad de arte. Lo expedientaron, lo ficharon, lo ingresaron.
Pasaron los años y las entradas y salidas empezaron a sucederse con rapidez en la cadena de la medicalización mental. También las canciones autoproducidas con una grabadora de sobremesa. A mediados de los ochenta si alguien no encontraba una copia del primer trabajo de Daniel, Hi, How Are You!, no tenía más que presentarse en el MacDonalds* donde trabajaba y pedírsela: él dejaba la escoba (demasiado aleatorio para freir hamburguesas, según el encargado) tocaba las piezas frente a su grabadora, dibujaba su rana de la inocencia como cubierta y le regalaba la cinta recién hecha. Todo esto ocurría en el estado de Virginia...
Una Navidad maldita, y después de su primera experiencia con el ácido cortesía del líder de los Butthole Surfers, Daniel se obstinó en colgar un álbum de los Beatles y un número 9 recortado en cartulina negra -Number Nine, Number Nine, Number Nine...- del árbol familiar. Se produjo un forcejeo ante las guirnaldas. No comprendían el conjuro contra Satán que implicaba aquella absurda ceremonia. Sus padres llamaron a la policía. Encontraron a Daniel confuso y sollozando en el comedor, su familia parapetada en el piso de arriba. De vuelta al psiquiátrico y a los años perdidos.
[A continuación una breve semblanza extremadamente poco clarificadora y obviamente culpable de mitologización babosa del tipo del vídeo de ahí arriba, que por supuesto es el Daniel Johnston al que me refería]
"Un chico peculiar" rumia hoy su madre, una fundamentalista cristiana del medio oeste venida a más por la bonanza de los cincuenta que desde la adolescencia de su hijo notó en Daniel algo distinto: no cortaba el césped, no daba un diezmo de su sueldo a la Iglesia de Cristo Redentor, no se interesaba más que por su piano y sus películas de súper 8.
Podéis haceros fácilmente una idea del calibre de las broncas en el hogar de los piadosos Johnston. Y si no podéis formaros una impresión clara, no hay motivo para preocuparse: Daniel lllevaba un registro grabado de los reproches más explosivos de su madre, psicofonías chirriantes que aún hoy conserva y en las que se puede oir a la señora Johnston gimotear y aullar alternativamente verdaderos hits de rencor religioso que parecen extraídos del Antiguo Testamento: eres un gandul improductivo, irás al infierno si nunca vas al templo, eres una oveja perdida del rebaño del Señor etc...
A los dieciocho, Daniel logró traspasar todo ese ambiente opresivo para asistir a la universidad pública (y cristiana) de su estado, pero la fuga no fue fructífera. Como en el instituto destacó entre sus compañeros, pero pronto lo pusieron en cuarentena por dibujar globos oculares con alas de murciélago en los anuarios de la facultad de arte. Lo expedientaron, lo ficharon, lo ingresaron.
Pasaron los años y las entradas y salidas empezaron a sucederse con rapidez en la cadena de la medicalización mental. También las canciones autoproducidas con una grabadora de sobremesa. A mediados de los ochenta si alguien no encontraba una copia del primer trabajo de Daniel, Hi, How Are You!, no tenía más que presentarse en el MacDonalds* donde trabajaba y pedírsela: él dejaba la escoba (demasiado aleatorio para freir hamburguesas, según el encargado) tocaba las piezas frente a su grabadora, dibujaba su rana de la inocencia como cubierta y le regalaba la cinta recién hecha. Todo esto ocurría en el estado de Virginia...
Una Navidad maldita, y después de su primera experiencia con el ácido cortesía del líder de los Butthole Surfers, Daniel se obstinó en colgar un álbum de los Beatles y un número 9 recortado en cartulina negra -Number Nine, Number Nine, Number Nine...- del árbol familiar. Se produjo un forcejeo ante las guirnaldas. No comprendían el conjuro contra Satán que implicaba aquella absurda ceremonia. Sus padres llamaron a la policía. Encontraron a Daniel confuso y sollozando en el comedor, su familia parapetada en el piso de arriba. De vuelta al psiquiátrico y a los años perdidos.
FFW /no es posible reproducir tanta desgracia/: [El infierno, los tratamientos, Laurie, las canciones, MTV, los noventa, Nirvana, Cobain luciendo una camiseta con la rana de Daniel serigrafiada, Nueva York, una anciana con ambos tobillos rotos, entrevistas desde el teléfono del Asylum, un accidente de avión, exposiciones, Sonic Youth, la traición, Satán...]
... por suerte Daniel, que después de pasar por semejante Maelström bien podría haberse transformado en un asesino suicida del tipo francotirador en la torre, es ahora un músico de culto, duerme hasta mediodía y compone con su grupo Fuck Satan! hasta la hora que le da la gana. Pesa cerca de 120 kilos de retención de líquidos por una terapia de aloperidol de larga duración, y en su cabeza combaten bulliciosamente Casper (el fantasma amistoso) Satán, la rana de la inocencia y el Capitán América.
Pero lo ha conseguido. Ha sobrevivido a la secuencia del suicidio medicalizado. Y algo más: la ha sacado del eje, ha hecho con ella un tablero del juego "enredos" y ahora va y viene por ella con sus pasos de baile desquiciado. Porque Daniel compró la casa de sus padres y vuelve a vivir con ellos. Se podría decir que los ha suicidado. Running Water, Running Water. El báculo de su vejez (que expresión más cursi) es ahora un adolescente cerca de la cincuentena gandul, improductivo y que sigue sin dar el diezmo a la Iglesia de Cristo Salvador.
Held the hand - Daniel Johnston
Oh my lord.
I am so bored.
Held the hand of Satan.
Oh Laura,
what has happened to you?
Held the hand of the devil.
I was on MTV.
Everybody was lookin' at me.
Held the hand of the devil.
Vídeo: secuencia final del documental The Devil and Daniel Johnston. Encontrado, junto a la letra de la canción, en la kinoteka
*Y ahora una bonita anécdota: la primera vez pinché una canción de Daniel Johnston en una fiesta salió el tema de la calidad de sonido "qué mal suena", "ya, otro de tus grupos raritos". Qué puedo decir. Me envalentoné y no pude evitar contar que había sido producido expresamente para un fan, en un MacDonalds de finales de los ochenta, con una grabadora y un cassette en un acto de generosidad bello y absoluto. ¡Oh, qué hilarante! Sí. "¿En dónde? Ju, ju, ju" "¡Ay qué ver qué cosas pasan!". A más garriki más decibelios de coñas. En fin, la basura blanca es igual en todas partes, solo que aquí pasean hurones y no viven en caravanas. Tornado sopla fuerte, muy fuerte.
Pero lo ha conseguido. Ha sobrevivido a la secuencia del suicidio medicalizado. Y algo más: la ha sacado del eje, ha hecho con ella un tablero del juego "enredos" y ahora va y viene por ella con sus pasos de baile desquiciado. Porque Daniel compró la casa de sus padres y vuelve a vivir con ellos. Se podría decir que los ha suicidado. Running Water, Running Water. El báculo de su vejez (que expresión más cursi) es ahora un adolescente cerca de la cincuentena gandul, improductivo y que sigue sin dar el diezmo a la Iglesia de Cristo Salvador.
Held the hand - Daniel Johnston
Oh my lord.
I am so bored.
Held the hand of Satan.
Oh Laura,
what has happened to you?
Held the hand of the devil.
I was on MTV.
Everybody was lookin' at me.
Held the hand of the devil.
Vídeo: secuencia final del documental The Devil and Daniel Johnston. Encontrado, junto a la letra de la canción, en la kinoteka
*Y ahora una bonita anécdota: la primera vez pinché una canción de Daniel Johnston en una fiesta salió el tema de la calidad de sonido "qué mal suena", "ya, otro de tus grupos raritos". Qué puedo decir. Me envalentoné y no pude evitar contar que había sido producido expresamente para un fan, en un MacDonalds de finales de los ochenta, con una grabadora y un cassette en un acto de generosidad bello y absoluto. ¡Oh, qué hilarante! Sí. "¿En dónde? Ju, ju, ju" "¡Ay qué ver qué cosas pasan!". A más garriki más decibelios de coñas. En fin, la basura blanca es igual en todas partes, solo que aquí pasean hurones y no viven en caravanas. Tornado sopla fuerte, muy fuerte.
1 comentario:
¡Me encanta como se mueve este hombre! ¡Está tan suelto! La pena es que no lo haga en público. Aunque la mayoría tienen un sfinter mental que les impide moverse de esta manera. La gente en el tren están rígidas, apenas hay un gesto que los distinga, parecen encadenados a sus asientos, hay una ley que les impide moverse, ni para demostrar una leve sonrisa. Cada uno tiene su policía mental. No se permiten ni el más pequeño delirio. Da pena vivir en un mundo tan triste...
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