Un papel en blanco es algo complicado. Recuerden sino el fin de Claude. Cada día intentaba mirar de frente al folio. ¿Cómo? Colocaba la hoja en el marco de plata. Un marco muy bonito que le había regalado su hermano. Y se esforzaba en mostrarse amigable. Claude, no el papel en blanco. Así pasaba toda la mañana. Sí, intentando que aquél vacío enmarcado le sonriera. En vano. Durante todas aquellas horas de calor el folio se limitaba a alzar una ceja. Jamás un papel en blanco hizo concesiones a la cortesía.
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