A pesar del nombre del blog, en realidad no soy muy dado a hablar de la profesión, ni bien ni mal ni de ninguna manera, supongo que me la tomo como proyecto alimenticio mientras... mientras ¿qué? En fin, esto creo que vale la pena.
"El título de la obra de Michael Moore Fahrenheit 9/11 es una parodia del título de la gran obra de ciencia ficción de Ray Bradbury Fahrenheit 451. Cuatrocientos cincuenta y un grados Fahrenheit es casualmente el punto de combustión del papel, que es de lo que están hechos los libros. El protagonista de la novela es un trabajador municipal cuyo empleo consiste en quemar libros.
Ya que estamos hablando de quemar libros, quiero felicitar a los bibliotecarios (que no son famosos por poseer fuerza física, ni influyentes contactos políticos ni grandes riquezas), por haber resistido tenazmente a lo largo y ancho del país contra los matones antidemocráticos que han intentado retirar ciertos libros de las estanterías, y por haber destruido registros antes de revelar a nuestra particular Policía del Pensamiento (FBI) los nombres de las personas que habían consultado estos títulos.
Así pues, los Estados Unidos que yo amaba siguen existiendo, aunque no en la Casa Blanca, ni en el Tribunal Supremo, ni en el Senado, ni en la Cámara de Representantes ni en los medios de comunicación. Los Estados Unidos que yo amaba siguen existiendo en los mostradores de nuestras bibliotecas públicas" Un hombre sin Patria, pp. 123-124. Kurt Vonnegut jr.
Y sigo informando de la rebelión de los bibliotecarios estadounidenses de la que habla Vonnegut en su último libro -que recomiendo fanáticamente, si hiciera falta hasta con aullidos-...
Durante las auditorías llevadas a cabo por el Centro de Información de Privacidad Electrónica en el marco del Acta para la Libertad de Información (programa que evalúa el uso de los poderes especiales en el ámbito antiterrorista de las agencias de seguridad) salieron a la luz emails del FBI en los que los agentes se lamentaban de la existencia de bibliotecarios militantes radicales que entorpecían las labores de recopilación de información sobre posibles terroristas. En concreto hubo uno que se citó con profusión, decía: "While radical militant librarians kick us around, true terrorists benefit from OIPR’s failure to let us use the tools given to us," (mientras los bibliotecarios militantes radicales nos ponen palos en las ruedas, los verdaderos terroristas se benefician del fallo en la OIPR -Oficina de Directrices de Uso y Evaluación de Inteligencia del Departamento de Justicia- que nos impide utilizar todas las herramientas que nos han sido otorgadas). Las herramientas a las que el oficial en cuestión se refería forman parte de los poderes especiales en materia de lucha antiterrorista otorgados a las agencias de seguridad gunbernamentales mediante el Acta Patriótica de los Estados Unidos de América (USA Patriot Act) .
La Asociación de Bibliotecas Americana (ALA), poco sospechosa de simpatías con el terrorismo o, ya puestos, con la radicalidad en genérico, imprimió entonces una chapa para todos sus miembros asociados: la gráfica figura en la cabecera como ilustración de este post. Es la misma chapa que muchos bibliotecarios lucen con orgullo en los mostradores de las bibliotecas públicas estadounidenses como demostración de su compromiso con la defensa activa de una lectura pública libre.
Por cierto...
¿Otro Estados Unidos es posible?
Ya que estamos hablando de quemar libros, quiero felicitar a los bibliotecarios (que no son famosos por poseer fuerza física, ni influyentes contactos políticos ni grandes riquezas), por haber resistido tenazmente a lo largo y ancho del país contra los matones antidemocráticos que han intentado retirar ciertos libros de las estanterías, y por haber destruido registros antes de revelar a nuestra particular Policía del Pensamiento (FBI) los nombres de las personas que habían consultado estos títulos.
Así pues, los Estados Unidos que yo amaba siguen existiendo, aunque no en la Casa Blanca, ni en el Tribunal Supremo, ni en el Senado, ni en la Cámara de Representantes ni en los medios de comunicación. Los Estados Unidos que yo amaba siguen existiendo en los mostradores de nuestras bibliotecas públicas" Un hombre sin Patria, pp. 123-124. Kurt Vonnegut jr.
Y sigo informando de la rebelión de los bibliotecarios estadounidenses de la que habla Vonnegut en su último libro -que recomiendo fanáticamente, si hiciera falta hasta con aullidos-...
Durante las auditorías llevadas a cabo por el Centro de Información de Privacidad Electrónica en el marco del Acta para la Libertad de Información (programa que evalúa el uso de los poderes especiales en el ámbito antiterrorista de las agencias de seguridad) salieron a la luz emails del FBI en los que los agentes se lamentaban de la existencia de bibliotecarios militantes radicales que entorpecían las labores de recopilación de información sobre posibles terroristas. En concreto hubo uno que se citó con profusión, decía: "While radical militant librarians kick us around, true terrorists benefit from OIPR’s failure to let us use the tools given to us," (mientras los bibliotecarios militantes radicales nos ponen palos en las ruedas, los verdaderos terroristas se benefician del fallo en la OIPR -Oficina de Directrices de Uso y Evaluación de Inteligencia del Departamento de Justicia- que nos impide utilizar todas las herramientas que nos han sido otorgadas). Las herramientas a las que el oficial en cuestión se refería forman parte de los poderes especiales en materia de lucha antiterrorista otorgados a las agencias de seguridad gunbernamentales mediante el Acta Patriótica de los Estados Unidos de América (USA Patriot Act) .
La Asociación de Bibliotecas Americana (ALA), poco sospechosa de simpatías con el terrorismo o, ya puestos, con la radicalidad en genérico, imprimió entonces una chapa para todos sus miembros asociados: la gráfica figura en la cabecera como ilustración de este post. Es la misma chapa que muchos bibliotecarios lucen con orgullo en los mostradores de las bibliotecas públicas estadounidenses como demostración de su compromiso con la defensa activa de una lectura pública libre.
Por cierto...
¿Otro Estados Unidos es posible?
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