viernes, julio 07, 2006

-Ruido, +Futuro (continuación)


El modo de manifestación del nuevo fascismo, la movilización total por lo obvio, encuentra en el civismo los rituales de invocación de sus contenidos concretos a pesar y en función de la falta de ideas: casos, ocasiones y sucedidos nimios, menores, cotidianos, conforman los argumentos convergentes en esa cháchara carente de fundamento sólido; moral pobremente armada sobre una serie de temas redundantes apodados valores. En este sentido, lo que de ideología tiene el civismo se reúne, simplemente, de forma anterior y como resplandor -como ideal- a la manera de lo que los publicistas llaman concepto: un avatar discursivo que traduce emocionalmente, aún conservando toda su perfección, lo abstracto del grafismo del logo. Y si Barcelona es el logo, el civismo es su actual concepto.

Concepto que si en el imaginario se quiere heredero de los valores del bien pensar noucentista, efectivamente demuestra su filiación cuando reproduce con mucha más eficacia el mecanismo instructor de lo que antaño fuera populacho y hoy, llanamente, se considera una simple suma estadística de actos incívicos a reducir. Pues incívico es el acto y nunca una característica o predicado de la ciudadanía o de alguna de sus partes, y es acto lo que debe reconducirse al correcto sentido de marcha de la ciudad: “no te pedimos nada que no sepas hacer ”.

Tal acto contrario a las costumbres de la ciudad en su efectuarse dejaría traslucir el desconocimiento del supuesto perjuicio que para la comunidad conlleva su comisión –perjuicio siempre elevado a la potencia catástrofe- a la vez que denotaría cierto hipotético egoísmo, lícito y deseable en otros aspectos más activos de la vida como la auto promoción o la competición por la oportunidad, pero perjudicial cuando la cuestión tiene que ver con la ciudad, es decir, con lo público entendido a la manera de la fiscalizada vida urbana: como pura inversión colectiva de capital que debe ser tutelada responsablemente pues ella constituye la condición de posibilidad del proyecto y la ganancia, el lienzo adecuado para la cadena alimenticia del oportunismo.

En definitiva, pues, se trata de reducir la cuestión de lo público al tamaño de comunidad de propietarios. Un problema de orden en el bloque escalado a dimensión de urbe que, siguiendo con el símil, se interpreta a la manera del pequeño empresario inmobiliario: se habla de incivismo en la ciudad y se podría sustituir fácilmente por devaluación de la finca. Y esto resulta inmediatamente comprensible a todo individuo razonable y de bien que viva en la ciudad-empresa, sea éste catalán viejo, inmigrante andaluz, magrebí, paquistaní, centroamericano, argentino o chino. Es barcelonés quien saca la basura de 20 a 20:30. Porque a la vez que fomenta la nostalgia de una coexistencia vecinal que cuando no fue intolerante era decentemente discriminatoria, el civismo aspira también a ser ese mínimo consenso comunicativo entre culturas globalizadas, en rigor, la especificidad cultural local de la ciudad, su código integrador real. Y una vez alcanzado el estadio de armonía cívica, y como no dejó de mostrar el forum, todas las condiciones serán propicias para un intercambio gastronómico plenamente satisfactorio. (fragmento de un trabajo en curso)

Podéis encontra la primera parte del artículo aquí

Por cierto, también la primavera puede matar

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