martes, julio 11, 2006

Lutos

El estroboscopio fue quizás el símbolo más desprendido de ese imaginario embarrancado sin remedio que una vez llamamos años ochenta. Atrás quedaba la magia de la bola de espejo y su feérica aura disco; al frente se gestaba, en la telúrica de los pliegues culturales, la verdad de una solitaria bombilla de diez vatios reflejada en microtesela negra, funeral y omnipresente marca de registro de la estética de los noventa: trip-hop.

El futuro musical que me gustaría

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