martes, marzo 18, 2008

Surgite Mortui Venite ad Judicium

Consignar cientos de documentos, pequeños trasvases de poder para los que se establecen condiciones. Un formulario por escritura. Un recibo por formulario. Una factura por recibo. También el primer reloj de adulto y una mezcla inédita de desdén y orgullo: aprender a trabajar. Finales de los noventa. Las primeras deslocalizaciones ejecutando su magia negra de la desaparición. Mecanismos analógicos que expiran al atravesar el cristal de su obsolescencia. La Historia en marcha al paso de la Fusión Empresarial por Absorción. 

Espuelas de la IG-Farben.

Necesitaban alguien que hiciera manifiesto todo el asunto de esa forma dérmica que transmite oficialidad por exposición al cursor y los ácaros... fui yo, y todo gracias a un simple cumple con los requisitos especificados en la oferta: bolígrafo propio y cierto adormecimiento. Doscientos recibos olvidados sobre el mostrador del Registro Mercantil me acreditaron. La transformación de la Empresa caía en el territorio browniano que era mi juventud en parte y en parte mi naturaleza hecha de urgencia y pamplinas. Aquella misma tarde me explicaron por qué, al recoger los recibos extraviados, la funcionaria me había llamado el chico del gas. 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

He andado por los largos, angostos y negrísimos pasillos de la Farben, que, disfrazada de Caperucita Roja, paseaba por las calles de nuestra ciudad. En las paredes colgaban títulos de empresa modélica y nuestras autoridades recibían el tributo, digo bien, el tributo, que pagaba la contaminación, el blanqueo de conciencias y el sueño nunca olvidado de raza superior. Un beso chico del gas C.

sublibrarian of the year dijo...

He de confesarle que lo del chico del gas me encantó. Un beso.