miércoles, mayo 16, 2007

Asuntos internos


Estoy listo, cuando ustedes quieran.

Bien. Para empezar déjenme decirles que no logro comprender como pudo ocurrir.

Soy un tipo majo, razonable, atento. Como bibliotecario, digo. Profesionalmente. Pregunten por ahí. Intenten probar lo contrario, inténtenlo vamos, no me enfadaré. Porque el caso es que no tengo nada que ocultar. Absolutamente nada. Mi expediente es intachable, brillante incluso, si es que me permiten esta pequeña inmodestia, y creo que en las circunstancias presentes coincidirán conmigo en que no es razonable esperar que me muestre apocado.

Les invito a que investiguen. Urguen en los motores de búsqueda, sumérjanse en los archivos, sólo hallaran referencias de mis excelentes técnicas de trato al usuario, testimonios de admiración rendida entre mis colegas a propósito de mi forma de combinar preguntas abiertas y cerradas para dar con la respuesta sin incomodar o herir la sensibilidad de nadie; "la danza de J", la llaman en el master de Información y Referencia y...

¿Perdón?

Sí, en efecto, he intentado compartir mi experiencia y poner por escrito el fundamento de mi técnica pero... el virtuosismo depende de cualidades más sutiles, ustedes me entenderán.

Como les decía, pongan todo ello sobre la mesa, sin tapujos, sopésenlo y verán que les digo la verdad.

¿Ya han hecho sus comprobaciones?

Ajá, entiendo, muchas noticias en revistas especializadas, no se preocupen, tómense su tiempo para asimilar la información.

¿Ahora? ¿Sí?

De acuerdo. Pregunten.

¿Cómo? ¿Que entonces no se lo explican? ¿Es eso una pregunta?

Ah, ¿quieren decir que no se explican el incidente?

Era de esperar. Se nota que ustedes son de los que no han pisado en su vida el mostrador de una Biblioteca Pública.

¿En las prácticas obligatorias dicen? Por favor, no hagan que me sonroje.

No les estoy hablando de titubear parapetado tras el ordenador, o de catalogar anuarios de la Diputación bajo el ala calentita de un chupatintas (sí, eso opino de los catalogadores). Les hablo de ATENDER al público. Al público REAL.

¿Qué ha dicho? ¿Pero es posible? En respuesta sólo le diré que no: en eso que ustedes no han llegado ni a intuir NO se incluye atender a sus familiares ni a sus amigos. Y de gracias a que lo dejo ahí.

Pero antes de que pase a explicarles lo ocurrido, déjeme aclararle que sus allegados no se incluyen porque, querida señora, y no lo repetiré lo suficiente, de lo que estoy hablando aquí y ahora es del Público, así, con mayúsculas y cursivas. Una entidad colectiva sin forma concreta y totalmente im-pre-vi-si-ble.

Sí, sí me calmo. No, por supuesto no hay nada personal en esto. Les ruego me disculpen, creo que ahora tomaré ese agua mineral.

...

¿Ven? Ya está. Ha pasado.

Imprevisible decía...

¿Sabían que nos han lanzado huevos, piedras y hasta melones? Melones sí. No lo sabían, por supuesto.

¿Y que a compañeras mías les han intentado restregar la cara con las páginas centrales de revistas para adultos sospechosamente pegajosas, lo sabían?

¿Cómo que no hace falta ser desagradable? No, no, no, al contrario. Digámoslo todo de una vez. Lo que significa tratar con el
Público realmente.

¡Venga hombre no se me eche ahora las manos a los oídos!

...

Perdón, discúlpenme ustedes.

Escuchen, lamento haberles levantado la voz, pero es duro, y sé que ustedes no tienen la culpa, pero abran los ojos de una vez. Ya basta de vivir en un reino de irrealidad. Esto es la vida RE-AL, no un aula de la facultad o un despacho del Consorci. Es la Biblioteca Pública por Dios santo, con todo lo bueno y también todo lo malo: la sangre, el sudor, el barro, el esper...

En fin. Entiendo que no puedan hacerse a la idea así de pronto, a través de mis palabras, pero, por favor, traten de ponerse en mi lugar y así la labor de su comité de investigación tomará el cauce correcto en el asunto que nos ocupa.

De acuerdo, en el caso que a ustedes les ocupa y en el que yo soy el investigado, sí, totalmente de acuerdo. Pero esa no es la cuestión clave. Les aseguro una cosa. Puedo.. puedo aguantarlo todo y... bueno, ahí tienen mi expediente, toda mi vida en ese dossier abultado sobre su mesa, ahí lo dice, ahí está, a la vista, soy un funcionario público y puedo aguantarlo todo.

Sí, todo.

¿Que insinúa?

Sí, así es, afirmo que puedo aguantarlo casi todo.

Bueno, al fin y al cabo soy un ser humano ¿no?

Casi todo es casi todo. Ni más ni menos.

Oiga mire, no le consiento que... ¿Que si tuviera que decir algo que me disguste? Já, no te fastidia. ¿Estaba usted consciente mientras yo hablaba de lo que supone tratar con el Público?

Ah, ¿no hay motivos para ponerme a la defensiva? Pues mire, usted gana, le diré que sólo hay una cosa, sólo una. Esta bien, ahí va: no puedo soportar que me tiren el material sobre el mostrador. Eso no lo aguanto. Y ya está. Es cuestión de principios, de respeto, de, si me lo permiten, de hu-ma-ni-dad, de unos mínimos de educación y decoro que rigen hasta entre los chimpancés. Bueno quizás no entre chimpancés pero sí entre orangutanes. ¿Entienden mi postura? Porque creo que esto va más allá de lo que entendemos por profesionalidad, que es un asunto de ser-un-ser-humano o ser-otra-cosa, llámenlo como quieran..

No, déjeme explicarme por favor.

¿Que no es excusa?
¿Que no es excusa? ¿No han entendido nada? Es que...

Díganme... mejor, díganme ¿qué hubieran hecho ustedes en mi lugar? ¡Qué! ¡Díganme!

Qué hubieran hecho si un paquidermo de noventa kilos se les hubiera plantado en ese mostrador hipotético que ustedes nunca han pisado (excepto en sus prácticas obligatorias, lo recuerdo) y les hubiera echado encima, como quien deja caer el contenido del volquete de un camión de basura, un cargamento de películas, revistas y guías de carretera, porque el tío, perdón, el usuario se había llevado 18 dvd y 15 revistas y 12 guías abusando de sus derechos y valiéndose de los carnets de biblioteca de su mujer y sus vástagos (niños, por así decirlo, de los que no hablo por no complicar más aún la cosa), liberando con su acción un barullo de material de dimensiones catastróficas que desde esa altura considerable acaba impactando directamente sobre el teclado del ordenador en el que trabajaban y a causa de la fuerza del choque no sólo se las arregla para borrar la información de la pantalla sino que también separa las teclas de su orden qwerty y provoca un despegue vertical de tipos que no finaliza con una granizada de piezas sobre la mesa después de un breve vuelo como cabría suponer, no, ya que gracias a la intervención de algún tipo de fuerza aciaga, letras, números y símbolos a-te-rri-zan sobre la base ahora mellada y chisporrotente del teclado, y de algún modo logran disponerse en los huecos recientemente abandonados pero en otro orden, un orden que nada tiene de natural, usable o intuitivo, un orden que me atrevo a calificar de orden demoníaco y malvado, un orden que no es un orden sino un verdadero ANTI-ORDEN

¡Eh! ¡¿QUÉ COJONES HABRÍAN HECHO USTEDES EN MI LUGAR?! ¡EH! ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ, SI PUEDE SABERSE?!

Pues se lo diré, jodidos chupatintas, si tuvieran esos cojones/ovarios que nunca han tenido hubieran hecho exactamente lo mismo que yo ¡LO MISMO!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

lo mataste?

Aura dijo...

Desde luego que habría falseado los datos en el ordenador, le habría puesto como pendientes desde años atrás varios libros y me habría inventado infamias diversas para que nunca más volviera a pisar mi biblioteca.
Después recortaría muñequitos con los carnets de toda su familia.

No, no era eso, ¿no?

sublibrarian of the year dijo...

Mis abogados me aconsejan que sólo responda a sus preguntas por medios ostensivos.

Y así lo hago.

Muy útiles (y malévolas) ideas de represalia, Aura.

loqtengaqpasar dijo...

y luego la gente me pregunta que si trabajar en penitenciaria es difícil. yo siempre respondo que mis usuarias son mucho más educadas que en la pública... estoy segura... aquí saben valorar el servicio que se les da.
y recuerda jaime, hay que tomarse las cosas relajadamente, no es propio de un funcionario exaltarse tanto... siempre reeelax, y sin prisas... si no puedes trabajar porque no tienes ordenador, pues nada a fumar o a la cafeteria!!!

sublibrarian of the year dijo...

Me las tomo, me las toomooo.

Pero hay que ser el Elegido para esquivar tanta artillería.

Y para eso hay que ser funcionaka café-café. No biblioprecario como yo.

Ah, y ¡felicidades por la plaza!