Soñé que mi cara era una alfililetero de sastre; que mi cuerpo sobresalía puntiagudo en varios puntos imposibles; que mi carne era negra y correosa, cubierta de un mosaico de láminas abultadas como el rostro de un caribe en un antiguo grabado. Y pese a todo, ella vino a mí. Cuidadosamente retiró los abrojos que erizaban mi rostro. Con suma cautela retiró el palillo, enorme como un mástil, que crecía en mi espalda; su punta rezumante de salsa de berberecho y cartílago de molusco. Con paciencia infinita retiró las escamas de caimán que atenazaban mi carne y purificó cada cráter pálido con un beso. Pero cuando finalizó aquella laboriosa operación de amor y esperanza, el monstruo seguía estando allí.
2 comentarios:
el monstruo no....
es muy triste y precioso.
es muy agradecido darse una vuelta de vez en cuando por la biblio.
Domo, domo arigato!
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