jueves, enero 25, 2007

He recibido un comentario-queja...

... sobre la entrada del martes 16 de enero, la del temita del suicidio, ya sabéis. He decidido reproducirla como post en la columna principal y bajo la categoría De repente un extraño porque es un escrito: FA-BU-LO-S0. (Y no quiero decir con esto que todo lo que aparezca por la columna central sea fa-bu-lo-so, pero este de verdad que lo es).

Y ahí va:

Estimado señor Biblioprecario: me permito dirigirme a usted, lamentablemente, para expresarle mi enojo. Me explicaré. He intentado suicidarme siguiendo sus amables indicaciones y…he fracasado. Primero lo hice con la tetera: y, desde luego, no es nada eficaz. Lo único que conseguí fue echar a perder mi bonita permanente, amén de quedar hecha una sopa. Cerré los ojos, tiré del cordel pensando encontrarme en el paraíso de los perritos con mi querido Frufrú y cuando abrí los ojos creyendo que la humedad que sentía era debida a los amorosos lametazos de mi buen amigo he aquí que me encuentro que con los nervios sólo conseguí que todo el agua se desparramara por mi cabeza.

No perdí la esperanza así que seguí el ejemplo de hacerlo con papel. Debo insistir en que no es un método infalible. Desde luego que no. Como el único papel con el que disponía en mi casa era el higiénico, llena de entusiasmo e ilusión me puse a la faena. Señor mío, debo decirle que no funciona. Después de varias horas dándome una y otra vez con la susodicha arma homicida, digo suicida, no conseguí absolutamente nada. Pero si he de manifestarle que durante varios días me fue imposible cerrar los brazos. Así que cada vez que salía a la calle, todo el mundo se me abrazaba y me daba las gracias.

Pero no crea, no me desanimaron todos estos fracasos. Añoro mucho a mi perrito, así que me compré una bomba para inflar ruedas de bicicleta, tal y como dice el manual del buen suicida. En esta ocasión supuse que lo más adecuado era hacerlo al aire libre, pues sería muy desagradable estropear el bonito papel de mi casa. Salí temprano de casa, ocultando el arma bajo una gabardina muy discreta que suelo utilizar para cuando llueve (desgraciadamente al ser verano y hacer mucho calor, las personas con las que me tropezaba me miraban extrañadas) supongo que pensarían que soy una excéntrica, además como iba tan contenta pues al fin iba a conseguir mi objetivo, iba cantando y bailando, pues me pareció lo más natural en mis circunstancias. Cuando llegué al lugar escogido por mí, una plazoleta en medio del pueblo, me puse la bomba en la boca y comencé a inflar, inflar, inflar, tanto inflé que comencé a ascender como un globo. …ahora cuando le mando mi reclamación, estoy en una hermosa isla del Pacífico que es donde fui a parar.

Ya no quiero suicidarme, los nativos de esta isla me adoran como si fuera una diosa; el verme caer desde el cielo los impresionó muy gratamente, y ya no añoro tanto a Frufrú que espero tarde muchos años en verme, pero, está claro, que este otro método suyo, también ha fracasado. Suya afectisima: Elisa, diosa de Ragantir. Nota: no utilicé el método de la lavadora porque una señora como yo no puede perder el decoro y andar con las piernas al aire. (Si quiere que le conceda algún milagro deberá remitirme como donativo 10.000 dólares).

¡Ay, ay! ¡Para, para! ¡Que me matas de risas! ¡Para, para!

Te has ganado...

Una canción dedicada a Elisa, la nueva diosa de Ragantir

La primera autosalvada sin pasar por la lotería.
Y una invitación para que vuelvas cuando quieras.
¡ALOHA!

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