domingo, diciembre 18, 2011

¡Por el amor de Ford!



... cuando hizo irrupción la policía con las máscaras puestas, que les prestaban el aspecto estrafalario y más bien repulsivo de unos cerdos de ojos saltones.

(...) Tres agentes, que llevaban sendos aparatos pulverizadores a la espalda, empezaron a esparcir vapores de soma por los aires. Otros dos se afanaron entorno del aparato de música sintética portátil. Otros cuatro, armados con pistolas de agua cargada con un poderoso anestésico, se habían abiero paso entre la multitud y derribaban metódicamente, a jeringazos, a los luchadores más encarnizados.

Súbitamente del aparato de música sintética surgió una voz que empezó a hablar. La voz de la razón, la voz de los buenos sentimientos. La cinta sonora soltaba su discurso sintético antidisturbios número 2 (segundo grado). Desde lo más profundo de un corazón no existente, la voz clamaba "¡Amigos míos, amigos míos!", tan patéticamente, con tal entonación de tierno reproche que, detrás de sus máscaras, hasta a los policías se les llenaron de lágrimas los ojos.

"Qué significa esto?" - proseguía la voz- "Por qué no sois felices y no sois buenos los unos para con los otrso, todos juntos? Felices y buenos" -repetía la voz- "En paz, en paz" - Tembló, descendió hasta convertirse en un susurro y se apagó momentáneamente- "¡Oh, cuánto deseo veros felices! Por favor, sed buenos y... "

Aldous Huxley. Un Mundo feliz

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