Caía dormido y, al despertar, hervía por dentro. No quería estar despierto. Los bibliotecarios trajinaban sin cesar catalogando y haciendo copias. Todo lo archivaban con enorme celo y lo almacenaban en los lugares más recónditos, pero siempre reservando copias que tener a mano. Yo no sabía si dejar los ojos abiertos o cerrados. Si los cerraba, quedaba a su merced; no tenían con quien competir por mi atención. Pero si los dejaba abiertos me veía la cara, el cuerpo. Los dejaba abiertos y me entretenía viendo la televisión. No cogía el teléfono. Necesitaba otras veinticuatro horas para aceptar lo ocurrido. ¿Hasta qué punto eran imaginaciones mías? Tomé conciencia aguda del dolor y me despreocupé de lo demás. Ya haría indagaciones más adelante. Estaba desbordado. Como si me hubiera tragado una docena de granadas. Tenía la espalda molida. Alcanzaba a levantarme, pero sólo conseguía andar encorbado.
Dave Eggers. Ahora sabréis lo que es correr, p.314
4 comentarios:
Me gusta mas que la version censurada a lo "estan vivos"
Ese video muestra que con unos unos cuantos cascos de moto se pueden hacer bastantes cosas: el paisaje avanza un milenio¡¡¡
OH SÍ, OH SÍ, OH SÍ!!
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