
-¿Y si cortáramos la tarta? -dijo Chick.
Colin cogió un cuchillo de plata y empezó a dibujar una espiral en la impóluta blancura de la tarta. De repente se detuvo y contempló su obra con sorpresa.
-Voy a comprobar una cosa. -dijo.
Tomó una rama de acebo del ramillete de la mesa y cogió la tarta con una mano. Mientras la hacía girar rápidamente sobre la punta del dedo, aplicó con la otra mano una de las puntas del acebo en la espiral.
-¡Escucha!..
Chick escuchó, se trataba de Cholé, en versión de Duke Ellington.
Chick miró a Colin, que estaba completamente pálido.
-No me atrevo a cortarla -dijo Colin.
Chick le quitó el cuchillo de las manos y lo hundió con gesto decidido en la tarta. Ésta se partió en dos, y en su interior apareció un nuevo artículo de Partre para Chick y una cita con Chloé para Colin.
Colin cogió un cuchillo de plata y empezó a dibujar una espiral en la impóluta blancura de la tarta. De repente se detuvo y contempló su obra con sorpresa.
-Voy a comprobar una cosa. -dijo.
Tomó una rama de acebo del ramillete de la mesa y cogió la tarta con una mano. Mientras la hacía girar rápidamente sobre la punta del dedo, aplicó con la otra mano una de las puntas del acebo en la espiral.
-¡Escucha!..
Chick escuchó, se trataba de Cholé, en versión de Duke Ellington.
Chick miró a Colin, que estaba completamente pálido.
-No me atrevo a cortarla -dijo Colin.
Chick le quitó el cuchillo de las manos y lo hundió con gesto decidido en la tarta. Ésta se partió en dos, y en su interior apareció un nuevo artículo de Partre para Chick y una cita con Chloé para Colin.
Boris Vian. La espuma de los días, p. 120-121