miércoles, mayo 24, 2006

Menhinos do Botellao

Aquél viernes estuvimos llamando a gente y al final nos quedamos solos por el centro; casi todos mis amigos activistas estaban fuera o en la fiesta de homenaje a un colega, Andreu, que se había suicidado hacía dos semanas tirándose de la azotea de la squat en la que vivía…

De todas formas decidimos pasarnos.

Sobre la hora convocada sólo comparecieron los infames Upas (antidisturbios de la urbana, especialistas, entre otras, de la delicatesssen de proteger las órdenes de desahucio), furgonas y mossos de la unidad móvil (más antidisturbios) periodistas y los de BCNeta (que, como supimos luego, se encargaban de mojar el suelo para impedir que los inasistentes se sentaran en el suelo). Nos fuimos a tomar algo por lo de siempre y volvimos hacia las doce y media. Ya se había liado. La policía no dejaba entrar a la Rambla del Raval y los escasos 300 taponados entre Hospital y el principio de la Rambla estaban cada vez más calientes. Los que se quedaron allí luego fluirían como un azote hacia Carme, Joaquín Costa y la plaza del MACBA.

Conseguimos traspasar el cordón y acceder a la Rambla. Allí el personal, unos 400 o así, se desparramaban por la gama de lo variopinto: nengs con sus churris, filipinos raperos, ciclistas jipis, panky-indepes de poble, chavales magrebís en pandilla, puretas con chupa-cuero de esos que van a pillar cacho al Magic, botelloneros despistaos que se creyeron lo de la competición ibérica, Erasmus sonrosadas, hooligans de pelo al cepillo, italianos y franceses en pedo jaleando a St Patrick ¿pero no era una fiesta irlandesa? Un chaval con una polaroid retrataba a fans del tuning que agitaban litronas ante la policía; precio 2 euros la fotiki (al poco unos manguis le robaron la máquina de un tirón: no había más espacio para la libre empresa). De todo vamos.

Todo menos… activistas. Hasta las 2 o así no vi ni uno, bueno sí, en la Rambla del Raval me encontré a un artivista que conozco haciendo fotos, nos separamos en la primera carga; ah sí, y a uno de Can Masdeu que es abstemio, vegano, pacifista y gafotas, y que se dedicaba también a documentar el evento (este al final pilló en una carga y se lo llevaron detenido). El artivista me consta que salió indemne.

Total, ya sabéis: se lió. Botellas estallando en las furgonas, piedras de la illa Robadors buscando cabezas, cargas lentas, cargas rápidas, vallas metálicas lanzadas haciendo trompos o utilizadas como ariete contra la policía, furgonas a todo trapo, containers tumbados y ardiendo… La escenografía habitual de la guerrilla urbana… sólo que sin guerrilleros urbanos. La gente que había no era la habitual que arma la jarana, esos encapuchaos que se enfrentan a la policía con flexibilidad y eficacia: los que no corren cuando deben y se vaden cuando es el momento. Los del botellón del otro día eran gente que no se mete en movidas políticas, eran precarios de todo género, currelas, inmigrantes, guiris, chavales… A campo abierto se encaraban cuando no debían, en los callejones corrían y se encontraban con muros de porras y escudos. Gritaban como si estuvieran en las gradas; nada de consignas, un simple: ¡hi-jos-de-pu-ta!

Tura y Hereu hablan de 200 activistas entrenados en táctica de guerrilla y habituados a la violencia, já. Nosotros estuvimos hasta las 4 de la mañana en el meollo, y los cuatro o cinco que reconocí como parte de esos supuestos 200 especialistas (que en Barna en realidad no llegan a una cincuentena) simplemente estaban flipaos, caminaban riendo y bebiéndose felices unas latas, admirando un paisaje de fuego del que formaron parte sin protagonismo. No esperaban que una masa de desconocidos sin experiencia ni afinidad personal o política alguna pudiera hacer frente a 350 especialistas (estos sí) de la violencia, armados, protegidos y entrenados. El elevado número de heridos entre policía y asistentes al botellón, el medio centenar de detenidos, lo aleatorio de la ruta de los destrozos, prueban que de guerrilla urbana al uso nada.

La única afinidad que aglomeraba aquella masa bastarda era en realidad un afecto colectivo que se concitó allí y en aquél momento. Un sentirse humillados por la presencia chulesca de la policía, afectados por el malestar de una frontera arbitraria, acorralados por la rabia de situaciones personales insostenibles, provocados por la discrecionalidad de un ayuntamiento que sólo dos calles más allá promueve el botellón cotidiano en la plaza Real y aledaños como una atracción turística más.

El malestar y la rabia fueron los motivos y modos de los disturbios. La flamante herencia de Clos, su versión de la Zero Tolerance, la ordenanza cívica, no podía ser desafiada públicamente. Así que el ayuntamiento obró en consecuencia. Deslegitimado políticamente por los devenires de su mandato, el ayuntamiento no pudo sino recoger el desafío en la parcela cívica, su única baldosa de verdadero poder remanente, y anunció el blindaje policial de la Rambla del Raval. Felicidades: a golpe de porra la Rambla quedó desierta sobre la una y media o las dos. Desecho el malestar, la rabia se desbordó al exterior. Nada la pararía hasta cuatro horas después.

Una instantánea que no salió en ningún medio de comunicación –demasiado perturbadora- una hoguera a escasos metros del Liceo que llegaba a su segundo piso; los turistas se hacían fotos enmarcados por las llamas.

Otra, las furgonetas de los mossos, un neumático en la acera y otro en la calzada, barriendo a toda velocidad Sant Pau mientras disparaban pelotas de goma a los colas que esperaban su turno para entrar en las tabernas irlandesas y el London. Fue como una llamada subvocal. Más tarde, en grupos que convergían en la plaza Cataluña, los hooligans se abrazaban ensangrentados y vociferantes ¡Cómo mola Barcelona! Imagino que se ladraban. Habían dado y recibido lo suyo.

No sé si los vecinos tiraron lejía como se ha escrito, pero yo vi estallar vasos de cristal muy cerca de la multitud y macetas de las gordas despanzurradas en las aceras; algunos intentaron penetrar en los bloques forzando los portales, cegados por la furia.

También se ha dicho estos días con decepción filistea que mientras la juventud francesa se moviliza la española se emborracha. Puede que sea cierto. Como decía un amigo la otra noche esto sólo demostraría que en España el nivel de las luchas está mucho más avanzado que en Francia. Que en Francia se movilicen por una coma, una casilla u otra cláusula moratoria en los contratos. Allí todavía rige la ilusión de que existe cierto bienestar y algunas condiciones sociales que deben ser preservadas. Pero España no es sino la forma de las relaciones de precariedad que asolarán toda Francia en un futuro próximo. Sus formas de lucha pasan por la rabia, el deseo y lo corpóreo. La banlieu ya se ha dado cuenta de esto.

Hacia las cuatro y pico los mossos sellaban las Ramblas y nos barrieron hacia Plaza Cataluña. Parejas de jóvenes altos y serios, con parkas oscuras y cortes de pelo formales merodeaban las paradas del bús a la espera de iniciar una cosecha nocturna. Entendían pero en otro sentido.

No nos quedamos más y desaparecimos hacia Horta. La cosa aún duraría.
Fotos de orianomada

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